lunes, 14 de noviembre de 2016

1er capítulo

Ese momento de mi vida fue el peor, eso era lo que pensaba yo en ese momento. No sabía yo que la vida podía dar tantos giros y piruetas, ser tan macabra.

Nací en una casa de familia media, siendo yo hija única. Desde bien pequeña entendí que el amor era complicado ya que mis progenitores se peleaban a gritos a cada momento. A lo mejor fue en esos momentos en los que me empezó a surgir mi extraña personalidad.
Lo que puedo recordar de mi niñez se basa en gritos, peleas y bofetadas, aunque obviamente esta solo fuera una pequeña parte del todo. Pero tiendo a recordar solo lo malo en mi vida, así como olvido fácilmente lo bueno.
Nunca he tenido amigos de verdad, Cuando pienso en una amistad, una verdadera, me viene a la cabeza alguien en quien puedes confiar, a quien le puedes contar todo y seguirá estando a tu lado, alguien que te pueda entender.
Pero a mí no me pueden entender, No es que sea una adolescente que se siente el centro del mundo, para nada. Todo el contrario. Creo que no soy nada y que no me merezco seguir viviendo, pero tampoco tengo el valor de quitarme la vida y eso me hace odiarme más a mí misma.
Si digo que nadie me entiende, es porque ninguna persona con una mente estabilizada puede entender y aceptar lo que pasa por mi mente a distintas horas del día. No es bueno. No es nada bueno.

A veces, cuando veo a grupos de personas juntas caminando por la calle, los miro y me rio. Me siento superior a ellos, pero al siguiente instante algo en mi ser me frena, me tortura, se ríe de mí. ¿Cómo puedes creerte TÚ mejor que ellos? En esos momentos me duele el pecho y me tengo que sentar, Durante un tiempo pensé que tenía doble personalidad ya que tenía conversaciones con mímisma en mi cabeza, conversaciones en las que hay tanto preguntas como respuestas como extrañas risas y comentarios.

Busqué la enfermedad y me di cuenta de que no era mi caso, pero igualmente seguía temiendo que hubiera algo malo dentro de mí, que ese "yo malo" apareciera cuando le diera la gana para asustarme y hacerme sudar.

Hace un tiempo estaba en el autobús leyendo "Demian" un libro que me habían recomendado y me estaba encantando, cuando una frase llamó mi atención; "“Cuando alguien que de verdad necesita algo, lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello”. Estube pensando en esa frase todo el recorrido del autobús, siempre habiendo un interrogatorio en mi cabeza, contradicciones y aciertos, pero más de lo primero. Llegué a la conclusión de que podía ser cierta esa frase tan perfecta y bonita. Aunque no sabía si realmente lo creía o quería que así fuera. Este es mi problema, me cuesta avaluarme, me cuesta entenderme a mí misma y saber lo que REALMENTE pienso y quiero.

Una estación antes de la mía, vi una pareja que iba a entrar al autobús. No es que sienta odio hacia ellas, es tan solo risa. Me hace gracia pensar en lo que se dicen ahora y en lo que pueden llegarse a decir después. Todas las promesas que romperán, todas las mentiras que se contarán, mientras hacen ver al mundo que son una pareja perfecta.
En ese momento quería con todo mi ser que les pasara algo al entrar al autobús, que se calleran, que se pelearan,,,no importaba. Lo deseé con todo mi ser, pero nada pasó. Se sentaron y siguieron acamarelados hasta que yo bajé en la próxima estación. Cuando llegué a casa tiré el libro a la basura, y con esta acción os daréis cuenta de lo infantil y terca que puedo llegar a ser, El libro me había decepcionado, Herman Hesse me había decepcionado, me había mentido, engañado. Y yo siempre he odiado el engaño.

Estube unos días enfadada con Herman, ¿cómo me había podido hacer eso? Entonces, al cabo de unas dos semanas, la chica que había entrado en el autobús con su pareja anteriormente, entró sola y llorando. Mire por la ventana y me encontré que el chico estaba fumando y nervioso, parecía que habían roto. No pude controlar mi sorpresa y solté un gritito por el cual la chica me miró raro, pero no me importaba, Herman no me había mentido, lo que había escrito se había cumplido.

Esa noche, al llegar a casa mi gato me recibió fregando su cuerpo con mis piernas y me maulló haciéndome saber que tenía hambre. Lo alimenté y lo seguí acariciándo, sonriéndo por primera vez durante mucho tiempo. Los animales eran mi salvación. Tenía un gato llamado Max y un perro llamado Dallas, y ambos eran la alegría de mi vida. Cuando llegaba a casa cansada de todo el mundo y pensando en el por qué de esta vida, ellos me recibían con sus maullos, ladridos y sus movimientos de colas y me sacaban todo el peso que había acumulado en mis hombros durante el día.

Cenaba junto a ellos mientras los veía jugar y restregarse y sentía que hasta nuestros corazones llebaban el mismo ritmo en ese momento.

Mi día a día era una repetición del anterior, con pequeñas variaciones como las palabras de mi jefe, mientras algunas veces salía con: "ni se te ocurra entregarme esto tarde", otras venía con "como no llegues a tiempo..." o "mira que si no me lo das cuando lo pido..." aunque los finales nunca cambiaban; "estas despedida". Me amenazaba a diario con el hecho de despedirme y eso me alteraba en cada ocasión. Ya debería haberme acostumbrado, pero sin embargo esas palabras se quedaban grabadas en mi mente mientras escribía frenéticamente en mi ordenador para poder entregar todo a tiempo. Ser secretaria es uno de los peores trabajos si no eres una chica de cuerpo perfecto, y ese es mi caso. El jefe me desprecia, como también lo hacen los que están en posiciones mejores que yo que son básicamente toda la oficina. En esos momentos me vienen a la mente esas imágenes que no debería tener, esas que son malas y que quiero que desaparezcan.

Acabé Damien en el autobús de camino a casa, y me sacó una sonrisa. Estaba muy satisfecha con ese libro, y me sentía realizada habiendolo leído. Hacía tiempo que nada me producía tanto placer y quería celebrarlo así que antes de llegar a casa compré una botella de champán mientras la cajera me miraba con ojos de superioridad. Vaya hombre, qué bajo he caído si una cajera de supermercado me mira con superioridad. Cuando llegué a casa y me miré al espejo entendí el por qué de su mirada. Podía parecer una vagabunda perfectamente. Mi ropa, dos tallas más grandes de lo necesario, me caía sin ninguna gracia y los colores gricaseos y verdes camuflaje no ayudaban.

Cuando dejé las bolsas de la compra en la cocina me fijé en que la luz del baño estaba abierta. Qué extraño, pensé. Siempre me fijaba en que todo estubiese perfecto antes de salir. Fui a cerrar la luz cuando vi que la bañera estaba totamente llena. Me acerqué lentamente, mientras mis dedos temblaban al ver que no era agua cristalina sino sucia y grisácea. Tragué saliva, me arremangué la manga y rápidamente llegué al tapón para destaparlo y que el agua fluyera. Sin embargo en el mismo momento en el que se escuchaba el "plup" del tapón, mi brazo había tocado algo en el agua y yo había saltado del susto. Mi corazón latía a 200 por hora mientras la bañera se iba vaciando lentamente, para acabar haciendome gritar. Max, o lo que quedaba de él, yacía en la bañera con un rostro de terror y la mirada desenfocada.

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